24 noviembre 2006

El Increíble Euro. ¿Nos interesa una moneda tan fuerte?


Lejos quedan los tiempos en los que nuestro estimado y nunca bien ponderado Euro cotizó por debajo de la barrera psicológica de 1 USD/EUR.
Lo cierto es que desde que a finales del 2002 se superó esa barrera psicológica, nuestro Euro se ha echado al monte y ¡de qué manera! Llegó a alcanzar a finales de 2004 un máximo histórico de 1,37 USD/EUR. Durante el año pasado tuvimos un período de alivio, en el que el Euro se depreció, pero este año 2006 nos hemos vuelto a situar en la órbita de 1,30 USD/EUR.
Está claro que el hecho de que el Euro se haya apreciado un 9,32% en lo que llevamos de año ha ayudado a amortiguar el efecto de la subida del petróleo y, por lo tanto ha ayudado a contener las presiones inflacionistas.
Pero ¿qué ocurre con las exportaciones de la zona Euro? Mal asunto para nuestro comercio exterior (y también interior), pues la apreciación del Euro frena nuestras exportaciones (y facilita las importaciones). A causa de la apreciación del Euro nuestros bienes y servicios en el exterior resultan más caros (hay que entregar más USD a cambio de los bienes y servicios producidos en EUR) y los bienes y servicios importados nos resultan más baratos (hay que entregar menos EUR a cambio de los bienes y servicios producidos en USD).
En otras palabras, los bienes y servicios producidos en la zona Euro tienen peor salida al mercado (tanto interior como de exportación) a causa de la pérdida de competitividad provocada por la apreciación de nuestra moneda. Esto es un torpedo en la línea de flotación de nuestra economía productiva.
Mientras tanto, el objetivo de estabilidad de precios del Banco Central Europeo nos lleva a que en en el último año se hayan producido cinco subidas del tipo de interés (presumiblemente habrá una sexta) hasta situarse en un 3,25% tras dos años y medio de estar situado en el 2%.
¿Cómo nos afectan estas subidas de tipos? En primer lugar, una subida de tipos de interés tiene como primer objetivo la estabilidad de precios, es decir, mantener la inflación en unos determinados niveles. Pero como en toda decisión existen unos efectos secundarios. Al margen del efecto, más o menos inmediato, que sobre el coste de las hipotecas tienen, hay otro efecto secundario, la apreciación del valor del EUR respecto del USD.
Sin embargo, en este caso, las subidas de tipo de interés no explican la apreciación del EUR respecto del USD, pues, si bien el tipo de interés oficial del EUR ha subido un 1,25% en el último año, el Federal Funds Rate (tipo de interés oficial del USD) ha continuado con la tendencia que inició a mediados de 2004 (entonces el tipo de interés oficial del USD era del 1%) y ha crecido en el último año un 1,25% situándose en el 5,25%.
De hecho, no es la subida de tipos de interés la explica la apreciación de una moneda, sino la reducción (o ampliación, según el caso) del diferencial de tipos con respecto al de la moneda con la que se está comparando y, en este caso, en el último año no ha habido variación en el diferencial de tipos del EUR respecto del USD. Cuanto mayor es el tipo de interés del EUR respecto del USD mayor es la atracción que sienten los inversores por esa moneda (mayor demanda de EUR y por tanto mayor cotización de esta moneda).
Dicho todo esto, habrá que justificar las subidas de tipos en la zona Euro, ¿realmente existen tensiones inflacionistas que justifican las subidas? En principio, la escalada de precios del petróleo hacía presagiar que sí, pero la tasa anual de variación de precios de la zona euro en octubre (1,6%) es la más baja desde noviembre de 1999. La subida de tipos ha cumplido con creces su objetivo, el petróleo empieza a liberarse de la presión de los especuladores sobre la demanda (¡ah! ¿pero no eran los chinos?), ¿no es el momento de relajarnos un poco y favorecer nuestra competitividad?

09 noviembre 2006

OPA al consumidor

Hoy he desayunado con la noticia de que el secretario general de la Energía ha anunciado un fuerte incremento de la tarifa eléctrica para el año que viene. Ha ido de poco que el croissant se me atragantara y que el cortado saliera desparramado.

Así que se trataba de eso, todo este lío de OPAs y contra-OPAs tenía su origen en una subida de las tarifas que permitiría aumentar los márgenes de los operadores y, por tanto, rentabilizar su inversión en la compra de acciones de Endesa. En definitiva, que el precio que se paga por las acciones de Endesa, al final no lo va a pagar ni Gas Natural ni E.On, sino el infeliz ciudadano de a pie. ¡Pues que me den mi participación en la compañía, que yo soy cliente de Endesa!

Lo cierto es que el anuncio no me ha cogido por sorpresa, se veía venir. Lo peor del tema es que este anuncio le da mayor margen al presidente de Endesa, el Sr. Pizarro para tratar de enquistarse en su poltrona. Parece ser que este incremento de tarifas permite a Endesa negociar con las entidades financieras el adelanto de cantidades, en otras palabras, podría descontarlo como si fuera un pagaré. ¿Para qué? La respuesta es rebuscada, pero al tiempo sencilla:
  1. Para adelantar el pago de dividendos a los accionistas. Con esto, la actual dirección de la empresa trataría de tener contentos a los accionistas y que éstos fueran más resistentes a las tentadoras ofertas de los ofertantes. De alguna manera, esto es, para los accionistas, pan para hoy y hambre para mañana.
  2. Para dilapidar recursos de Endesa y hacer menos atractiva la compañía para los ofertantes, pues los recursos que genere Endesa por el incremento de tarifas en el futuro estarían comprometidos con las entidades financieras y el mayor endeudamiento de Endesa no repercutiría en una mayor capacidad productiva.
  3. Para agradecer a su caballero blanco (Acciona) los servicios prestados. Repartiendo estos dividendos "reduce" el coste de adquisición del paquete adquirido por Acciona.

En definitiva, una píldora venenosa en toda regla.

Sería conveniente que no se adoptaran decisiones que afecten a la capacidad de generar recursos del sector mientras estamos en este tipo de procesos, ya que vemos que cambian las reglas del juego favoreciendo o perjudicando a las partes implicadas.

07 noviembre 2006

Deslocalización o victoria

En plena fiebre deslocalizadora, cuando parece que el futuro de la economía productiva se sitúa en la Europa del Este, China, etc..., nos sorprende la intención de Nissan Motor Ibérica de ampliar la producción de su planta en Barcelona iniciando la producción en 2008 de un nuevo modelo. De hecho, desde principios de octubre se han ampliado los turnos para atender pedidos de Sudáfrica y Rusia. Y todo esto en los albores de una más que probable crisis del sector del automóvil.

En los dos últimos años la fábrica de Barcelona ha incorporado a 1.500 trabajadores al tiempo que se plantea rebajar los costes de producción. ¿Es evitable el proceso de deslocalización? ¿Cómo podemos recuperar la competitividad que, al parecer, perdemos por los costes salariales?

Lo primero que tenemos que considerar es que precio no es igual a coste, es decir, coste salarial no es igual a coste de producción. Habrá que considerar no solo el coste salarial, sino también el coste de las paradas y los retrasos en la producción, el coste de las mermas y los errores, el coste de no calidad, el coste de una gestión logísitica ineficiente, etc.

Es decir, de alguna manera tenemos que demostrar que nos merecemos un salario mejor que los trabajadores de los países que concentran nuestras miradas cuando hablamos de deslocalización, tenemos que demostrar que sabemos producir mejor, más rápido, con mayor eficiencia tanto productiva como de gestión.

En definitiva, necesitamos una mayor cualificación profesional, marcar las diferencias de manera que esté justificada la diferencia salarial entre estos países y España. Necesitamos inversión en formación. Solo la capacidad de aprendizaje nos otorga una ventaja competitiva sostenible.

No es un reto fácil, pero tampoco imposible. Eso sí, atención: la formación comienza y tiene su mayor importancia en los niños y, en ese sentido, resulta muy preocupante los informes que nos colocan en la cola de Europa a nivel educativo.

28 octubre 2006

Burbujas de Amor: El problema del Credit Crunch

Hace unos días se publicó la magnífica noticia de que en el último año el precio de la vivienda en España había subido solo el 9%. Es fantástico ¿verdad? Solo el 9%.

Desde luego se "vendió" como una buena noticia pero yo sigo preguntándome dónde está la buena noticia. Es cierto que acostumbrados a las escandalosas subidas de los últimos 20 años (sí, ¡20 años!) un 9% parece una excelente noticia. Pero, desde el punto de vista social, el nivel de precios de la vivienda y el ritmo al que siguen creciendo (muy por encima de la inflación) resulta muy preocupante.

De todos modos, que nadie se lleve a engaños. No sé si a esto lo podemos llamar burbuja inmobiliaria, pero lo peor que nos podría pasar es que estallara y el precio de la vivienda (y de las construcciones en general) se viniera abajo.

A estas alturas del partido las familias se han hipotecado hasta límites históricos y los tipos de interés están subiendo, es decir, las cuotas de las hipotecas son más elevadas. Habrá familias que empezarán a tener dificultades para llegar a final de mes y las entidades financieras empezarán a registrar índices de morosidad más elevados.

A un banco ya le hace poca gracia tener que embargar un piso para cobrar el importe del préstamo pendiente en caso de impago, pero menos gracia le hará si, al haber estallado la burbuja inmobiliaria, el valor del piso embargado resulta inferior al importe pendiente de la hipoteca y, por lo tanto, no puede recuperar el 100% de lo que le queda pendiente de cobro.

Si alguna vez llegamos a esta situación (esperemos que no) las entidades financieras restrigirían de tal modo el crédito (credit crunch) que el problema no sería el precio de la vivienda, sino su financiación. Y esto no solo se produciría para los préstamos hipotecarios, sino que afectaría a toda clase de préstamos por lo que no solo se vería afectado el mercado inmobiliario, sino que el consumo en general caería, afectando a todos los sectores de la economía, provocando una caída generalizada de precios, reducción de la producción y, por tanto, también del empleo, lo que nos llevaría, incluso, a una mayor caída del consumo y así sucesivamente. Como los precios estarían cayendo, además, el adelanto del consumo en el tiempo perdería valor en el contexto económico, ya que los consumidores esperarían a que los bienes a consumir fueran más baratos, lo que agrava aún más la situación.

La solución a esta espiral de deflación provocada por un hipotético estallido de la burbuja inmobiliaria es realmente difícil. Aunque dependiera del Banco de España (habría que ver cual sería la postura del Banco Central Europeo en este caso) bajar los tipos de interés no estimularía el consumo, pues el problema no es del precio del dinero, sino de la disponiblidad de dinero en el mercado, ya que los bancos no estarían dispuestos a asumir riesgos.

De hecho, tan difícil es la solución del problema de la deflación que en Japón (en otro tiempo economía milagrosa) llevan más de 15 años de crisis por esta causa, pese a los tipos del 0,1% que se han estado aplicando.

En definitiva, hay que desear que el precio de la vivienda siga aumentando, aunque, a poder ser, de manera moderada, por favor.